La Cuarta Republica

Correo politico, economico y literario de Monterrey

lunes, noviembre 06, 2006

Todo lo que un presidente del empleo debe saber

Lo que todo "Presidente del empleo"debe saber. México 2030 ¿AC?
POR RAMI SCHWATZ(Exclusivo para Voces del Periodista)

En lugar de hacerle cartas a Santa Claus, para que les traiga muchos regalos a todos los mexicanos en el 2030, Felipe Calderón debería estar leyendo a Edmund S. Phelps, el profesor de la Universidad de Columbia galardonado con el Premio Nóbel de Economía del 2006. Edmund S. Phelps se considera el principal exponente de lo que podría llamarse una economía dela tercera vía basada en los principios del capitalismo y la libre empresa pero con un amplio contenido social.Edmund S. Phelps cree firmemente en las leyes del libre mercado; sin embargo, a diferencia de los discípulos de Milton Friedman de la Universidad de Chicago, no cree que el libre mercado, por sí solo, pueda solucionar los problemas que él mismo ocasiona. Y para Phelps, el mayor de esos problemas se llama desempleo, subempleo, inempleo o infraempleo, en cualquiera de sus modalidades.Refiriéndose por ejemplo al grave problema de la exclusión del mercado laboral que sufren millones en todo el mundo, escribió: “Algunos dejarían que el libre mercado solucionara el problema a lo largo del tiempo. Sin embargo, es poco probable que las fuerzas del mercado por si solas resuelvan los niveles sin precedentes de exclusión del mercado laboral desarrollados desde mediados de los años 70 a principios de los 90”. En su propuesta para fomentar el empleo nos da una idea de su pensamiento: “El mejor remedio es un subsidio al empleo de bajos salarios que se pague a los empleadores por cada trabajador de bajo salario y tiempo completo, y se calcule según el coste del salario del empleado para la empresa. Mientras más alto sea el coste del salario, menor será el subsidio, hasta llegar a cero”.Y si bien la palabra subsidio pone los pelos de punta a un neoliberal químicamente puro, como los ayatolas que han gobernado México en los últimos 25 años, al Premio Nóbel no le asusta: “Una sociedad puede dejar que el libre mercado distribuya esta ganancia, o puede intervenir para dirigirla a los menos favorecidos, de modo que algunos obtengan más que su producto marginal y otros obtengan menos. Puesto que los trabajadores menos capacitados enfrentan problemas de motivación y moral que reducen sus salarios y afectan sus competencias para la actividad laboral, tiene sentido que la ganancia mutua que se les asigna mediante esta redistribución les sea entregada a través de subsidios que promuevan un mayor empleo y capacidad de auto sustento”.Respecto al dinamismo de una nación la tesis del Dr. Phelps es que el grado de dinamismo de la economía de una nación depende del desarrollo de ciertas instituciones económicas clave (como el derecho corporativo), la preparación de la población para la vida empresarial, el desarrollo de instrumentos financieros como el mercado de valores, y así sucesivamente. Las instituciones generales, como el Estado de derecho y un grado suficiente de seguridad personal y nacional para proteger las ganancias, los ahorros y las inversiones, son necesarias para cualquier economía de mercado, incluso para el socialismo de mercado, pero son insuficientes para el dinamismo. Finalmente, ningún modelo que no genere empleo es un buen modelo económico. Es más, no solo se requiere generar empleos sino bien remunerados, porque el desempleo, o los empleos poco gratificantes económica e intelectualmente, al final de cuentas son nocivos para el tejido social. “En las economías avanzadas de Occidente, muchas personas de todos los grupos de edad carecen en la práctica de un empleo formal.En los Estados Unidos, la paga de los trabajadores menos cualificados es tan baja que, si su situación no es calamitosa, tienen dificultades emocionales para mantener un trabajo mucho tiempo, o terminan desmoralizándose o distrayéndose demasiado como para ser buenos empleados. A su vez, esta situación genera altos costes sociales, relacionados con el crimen, la violencia y la dependencia. Estos males se convierten entonces en un arma de ataque populista a la libre empresa, que los países occidentales necesitan para el dinamismo económico y, por ende, para su prosperidad. De manera que quienes sí están incluidos en la libre empresa y se benefician de ella, pero sufren los costes sociales de la exclusión, deberían estar dispuestos a contribuir con algo para remediar tales condiciones.”El gran enemigo del libre mercado es su propia eficiencia que al final del camino genera desempleo o subempleo. Es por ello que lo que importa para conocer el nivel de oferta de mano de obra es la relación entre el nivel salarial, una vez deducidos los impuestos, y los ingresos resultantes del patrimonio. Por ello aquellos que se benefician del mercado deben pagar buenos sueldos y no alimentar con desempleo, subempleo y miseria, la semilla de la destrucción del libre mercado, como lo estamos viviendo en México. El Nóbel de Economía 2006 les recomienda a los grandes capos del capitalismo abandonar sus actitudes canibalistas antes que terminen comiéndose su propio brazo.Y esto pasa por romper los monopolios, pulverizar el gasto público quitando los grandes contratos a los mismos de siempre y reinyectando los impuestos a la pequeña y microempresa, aquella que más empleos genera. Pasa también por que el gobierno haga sus dos tareas principales, aplicar el estado de derecho y garantizar la seguridad.Por todo ello, Felipe Calderón debe leer con mucho cuidado los trabajos de Edmund S. Phelps, premio Nóbel de Economía 2006 y que se perfila como uno de los grandes pensadores de nuestros días. Las de Phelps sí son ideas poderosas, que todo gobierno debe tener presente en la toma de sus decisiones, no buenos deseos, como los presentados por Calderón en su proyecto Mexico2030, como lo hizo Zedillo con su Mexico2021, Salinas con su México2010 o sus antecesores, que se cansaros de decirnos que estaban preparando a México para el año 2000. Si, pero lo que nunca nos dijeron es que era antes de Cristo...

León Bendesky


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Lunes 6 de noviembre de 2006

León Bendesky


El Estado en coma
El Estado mexicano parece estar en coma, ese estado que se describe como patológico, caracterizado por la pérdida de la conciencia, la sensibilidad y la capacidad motora voluntaria (diccionario de la RAE). El gobierno de Vicente Fox, que se ufana tanto de los cambios que supuestamente ha provocado, en realidad ha llevado a un punto máximo la decadencia del sistema político, del modo en que se gobierna y del sentido de lo que es el Estado, su capacidad de acción y su responsabilidad.
Después de la experiencia electoral del año 2000, de seis años de gobierno foxista -que están por terminar de la peor manera posible- y de los conflictos políticos y electorales de los últimos dos años, habrá que revalorar seriamente los derechos que tienen los ciudadanos y admitir abiertamente la esencia tan frágil de la democracia en el país y, más que nada, su descomposición.
La gestión de gobierno de Fox inició con la incapacidad de negociar con las comunidades la expropiación de más de mil hectáreas para construir el nuevo aeropuerto de la ciudad de México. La rebelión que se produjo en Atenco, con los machetes, se volvió el signo de una relación de gobierno que desde Los Pinos sólo se ha sabido llevar del modo más autoritario y violento. El enfrentamiento volvió como un fantasma en 2006, cuando los pobladores fueron salvajemente reprimidos por la policía federal y la del estado de México.
La disputa con el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal marcó, igualmente, la estrecha manera de entender la función de gobierno y de ejercer el mando del Estado por Fox. El enfrentamiento llegó hasta la frustrada maniobra para provocar el desafuero de López Obrador y, luego, la burda interferencia del gobierno federal en el proceso de las elecciones para la Presidencia en 2006, que quedó irremediablemente manchado por su esencia fraudulenta.
La misma estrechez de miras mostró el Presidente en la promoción de los intereses políticos de su esposa y, por lo que se presume, de los negocios de sus hijos. Nuevos giros de la vieja tradición política mexicana.
Las grandes propuestas de Fox fueron infructuosas; así ocurrió con las reformas llamadas estructurales (energética, laboral, fiscal); así ocurrió también, y sobre todo, con los programas de combate a la pobreza que, lejos de abatirse ha sido muy resistente a una política económica que no alentó el crecimiento del producto y del empleo. La desigualdad social cada vez más grande es hoy un hecho incuestionable. Más de medio millón de mexicanos emigran cada año a Estados Unidos, expulsados por la falta de oportunidades, mientras el gobierno pavonea sus triunfos en materia financiera sostenidos por el ingreso petrolero y las remesas. Fox no fue capaz de llegar a un mínimo entendimiento migratorio con el gobierno de su colega ranchero Bush, que ahora ha firmado una ley para construir un muro en la frontera.
El círculo se cierra apenas a unas semanas del fin de su gobierno con la grave crisis desatada en Oaxaca. Otra vez la manifiesta incapacidad del gobierno de hacer un trabajo político con los grupos que tienen inconformidades; una vez más tiene que recurrir a la violencia, a pesar de la invocación del secretario Abascal de que por Dios no se reprimiría a la gente de Oaxaca. El laicismo es un concepto complejo, fuera del entendimiento del actual gobierno, y muy mal resguardado en la casona de Bucareli.
Pero la ciudad de Oaxaca fue, en efecto, invadida por las fuerzas federales. Y la odiosa manera de controlar la información por la mayoría de los medios privados y públicos de comunicación hace aparecer a quienes tengan desacuerdos y demandas con el gobierno como si fueran vulgares revoltosos. A esos hay que ponerlos en orden, no faltaba más, en tanto se defiende hasta el final a un gobernador repudiado, a quienes lo sostienen y que no rinde cuentas a nadie. A la gente de Oaxaca había que aislarla y a ello se prestaron todos.
Oaxaca es la expresión de un fallido trabajo político, de la esencia de las alianzas políticas que sólo sostienen y reproducen las estructuras de privilegio e impunidad, de la descomposición del sistema legislativo y de la fallida representación de los intereses de la gente por los partidos políticos. En cambio, todo eso sirve de modo eficaz para aplicar la función del Estado para mantener la asignación de los compromisos de la deuda pública, como ocurre con los bancos, y legislar en materia de telecomunicaciones para provecho de unos cuantos.
El Estado en la era foxista falló contundentemente en una de las asignaciones básicas que es la protección de los ciudadanos. El país se ha convertido en un campo abierto a la delincuencia de todo tipo, el narcotráfico, el contrabando. La inseguridad pública está en su nivel más exacerbado. La ley en México es un bien escaso, como la procuración de la justicia y la salvaguarda de los derechos humanos. Aquí la vida no vale nada, se pierde en un vil asalto o por la estupidez de algún guarura y la soberbia de su patrón.
El acuerdo social en México está destruido y la renovación reciente del Poder Ejecutivo y del Legislativo son parte del proceso. Cambio y decadencia son la pauta en esta sociedad.

Enrique Dussel A.


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Lunes 6 de noviembre de 2006
Enrique Dussel A.*


Estado de derecho, de excepción, de rebelión

Se habla mucho del "estado de derecho". En efecto, un régimen político sin "estado de derecho" volvería al estado de barbarie. Desde los códices mesopotámicos, hace más de 40 siglos, los conflictos entre los miembros de un sistema político se resolvieron por intermedio de los jueces, y no con el "ojo por ojo, diente por diente" o por medio de linchamientos. Teniendo un sistema de derecho que goce de legitimidad, un cuerpo de jueces justos, puede aceptarse que las instituciones políticas acordadas tengan derecho al monopolio de la coacción. En México, prácticamente no ha existido un "estado de derecho" hasta el presente que goce de legitimidad suficiente; en la época colonial porque lo ejercían unilateralmente los españoles; durante el siglo XIX por la inestabilidad reinante; y después de la Revolución por el corporativismo, que puede fácilmente declarar inocente al rico o al que tiene "relaciones", y deja pudrir en la cárcel a un indígena que ha robado un pollo. Hemos visto banqueros que se apropiaron de miles de millones y no pudieron ser inculpados.
Carl Schmitt, crítico del sistema liberal, y con razón, muestra que el "estado de derecho", fundado en instituciones políticas vigentes, no es razón última de la política. Para ello echa mano de un ejemplo: el "estado de excepción". La dictadura romana era una institución que en situaciones muy graves (el ataque, por ejemplo, de Cartago) nombraba a un ciudadano para defender a la patria, decretando la suspensión de todas las instituciones normales para unificar el mando en las manos del dictador. Una vez terminada la crisis, el dictador renunciaba y la normalidad retornaba a sus cauces. Giorgio Agamben ha estudiado con originalidad esta figura política. Con ello Schmitt mostraba que detrás del Estado de derecho había una voluntad política que podía instaurar la anulación temporaria del tal estado. De la misma manera Fernando de la Rúa, en Argentina, decretó en diciembre de 2001 un "estado de excepción" para paralizar los movimientos populares.
Pero aconteció que el pueblo argentino, en vez de acatar dicha decisión presidencial salió a las calles en lo que pudiéramos llamar "estado de rebelión". No sólo dejó sin efecto el "estado de derecho" y el "estado de excepción", sino que destituyó de hecho al mismo presidente, el que fue remplazado días después. La pregunta es: ¿qué sentido tiene ese "Estado de rebelión"? ¿Qué sentido tiene que la multitud exclamara: "¡Que se vayan todos!", sabiendo que los burócratas políticos, aunque estén corrompidos, son necesarios e inevitables? ¿Nos está enseñando esta situación límite algo? Creo que sí, e intentaré pensar el tema.
La premisa enuncia que todo poder político reside exclusivamente en la comunidad política, en el pueblo -tesis 2 de mi obrita 20 tesis de política, editada recientemente en Siglo XXI. La comunidad política, el pueblo, es la primera y última instancia del poder. Pero la comunidad política o el pueblo debe darse instituciones sin las cuales no puede operar. Toda institución es el lugar del ejercicio delegado del poder del pueblo. Cuando la institución política -presidencia, Congreso, jueces, burocracia estatal, policías, etcétera- se arroga ser sede del poder, hemos caído en algún tipo de fetichismo del poder, de corrupción, de injusticia. La estructura total del Estado no es soberana: el único soberano es la comunidad política o el pueblo.
Hasta Francisco Suárez, aquel jesuita profesor de Salamanca y Coimba a finales del siglo XVI y comienzos del XVII, quien consideraba a la democracia un sistema natural (pre institucional), tenía claro que la entrega del poder delegadamente a la autoridad (y al mismo rey, previo contrato revocable) no era total, sino que se recuperaba el poder cuando la autoridad hacía mal uso del mismo.
Hasta Tomás de Aquino admite el tiranicidio (asesinato del tirano) cuando se ha tornado un peligro para el pueblo que lo había elegido. La elección, como instrumento secundario de la democracia (ya que la democracia es mucho más que mera elección de una autoridad una vez cada varios años, y en su esencia es un principio normativo y no un mecanismo electoral), es perfectamente revocable en toda la tradición del derecho.
Hay políticos que, según su conveniencia, decretan la sacralidad de una elección política de un representante en el ejercicio delegado del poder, en una institución que, por otra parte, la fetichizan igualmente al olvidar que puede ser transformada o eliminada por la misma comunidad política o el pueblo que la creó en el pasado. La instancia última es la voluntad del pueblo y no una elección (una persona) o una institución (creada para el servicio del mismo pueblo). Esa voluntad, cuando tiene convicción subjetiva de haber podido decidir algo con participación igualitaria, otorga legitimidad a la institución y al elegido para ejercer delegadamente la función acordada. Por ello la elección de 1988 no fue legítima, y al no haberse contado los votos ante la duda, esa duda planeará sobre la de 2006 siempre ante la conciencia de los ciudadanos exigentes.
Pero ese mismo pueblo, sufriendo injusticias económicas y humillaciones políticas de tantas instituciones (por ejemplo, de jueces que se asignan bonos millonarios, que por sentido común es una injusticia a la vista de todos, aunque no sea ilegal, porque las leyes pueden ser injustas; o de un gobernante que se la pasa haciendo propaganda de pretendidos actos de gobierno como si fuera publicidad de Coca-Cola, en vez de gastar ese dinero en cosas útiles) o un gobernante electo (que manda asesinar a miembros de su propio pueblo), ese mismo pueblo tiene todo el derecho de recordar a los que ejercen delegadamente el poder en las instituciones quién es la última instancia del poder, y de gritar: "¡Que se vayan todos!"
Ese grito expresa una contradicción: por una parte, a) deberían irse todos, pero, de todas maneras, b) necesitaremos otros que, al no darse las condiciones necesarias, repetirán las injusticias pasadas. Por ello el significado es otro: "¡No olviden que es la comunidad, el pueblo la última instancia del poder!", y por ello tenemos el derecho a deponerlos. Ese hacerse presente en las calles, como en Oaxaca, es lo que denominamos "estado de rebelión". El pueblo muestra su rostro sufriente, hambriento, humillado y declara ser la sede última del poder. Las instituciones corrompidas, los gobierno ilegítimos corren a cubrir ese rostro con las máscaras de orden, en nombre del "estado de derecho", olvidando que hace tiempo que el tal estado ha sido negado por los que dicen defenderlo.
En América Latina, y muy especialmente en México, un fantasma recorre el continente: son los pueblos, los pobres, los marginados, los humillados por los siglos que se van poniendo de pie en un "estado de rebelión" que manifiesta un proceso profundo de movimientos sociales que nos depararán grandes sorpresas. A los que piensan detenerlos con represión, policías, contrainsurgencia sin preguntarse por las causas profundas les pasará lo que está sufriendo George W. Bush, que atacó al terrorismo militarmente en Irak y le ha "estallado el petardo en la mano". En vez de ir a las causas de las injusticias quiso asesinar a los que se resistían, surgiendo muchos miles en su lugar y con mayor fuerza.
* Filósofo

Detrás de la Noticia

Detrás de la NoticiaRicardo Rocha

06 de noviembre de 2006

La herencia a Felipe
Peor imposible. Ni aun sus críticos más acérrimos podrían haberse imaginado un escenario más desastroso para el final de sexenio de Vicente Fox. Las imágenes de Oaxaca son la expresión de la rabia y el encono de muchos mexicanos contra su gobierno.
La ferocidad de los oaxaqueños no es gratuita. Corresponde primero a un gobernador repudiado por la inmensa mayoría a causa de su autoritarismo y abusos de poder. A esa simiente de coraje se añade ahora el rechazo absoluto a la intervención de la Policía Federal Preventiva enviada por Fox con una dedicatoria de odio y menosprecio.
El resultado es que el conflicto está peor que nunca. Los hechos en torno a la Ciudad Universitaria oaxaqueña sólo pueden anticipar muertos y sangre. Y la lucha se hará cada vez más rabiosa. A medida que aumenten las bajas en uno u otro bando los contendientes encontrarán más acicates para el rencor y la cólera. La espiral de violencia parece inevitable. El diálogo está roto y no hay señales de una pronta reanudación de las pláticas entre los insurrectos y el secretario Abascal, que nada ha podido hacer sino avalar el uso de la fuerza. Que, por cierto, se ha visto superada por los rebeldes.
Una vez más, mostraron su ignorancia e insensibilidad quienes, como el propio Vicente Fox, afirmaron que con el ingreso de la PFP y la reapertura de unas cuantas escuelas "la paz social ha vuelto a Oaxaca". Nada más falso. La tierra de Juárez vive sus peores días de las décadas recientes. Desgastada, exhausta, violenta, incierta y para colmo ahora dividida, fracturada por una confrontación abierta entre priístas y appistas, que es una dolorida batalla entre hermanos y un conato de guerra civil. Y en medio, el falso dilema de permitir que la inconformidad popular deponga a un gobernador repudiado o que, a pesar del rechazo de la población, Ulises Ruiz siga gobernando impunemente.
Mientras tanto, Fox se va a Uruguay a una Cumbre en la que ya no tiene nada que hacer y luego a Australia nada más para que su hijita pueda presumirle a sus amigas que papi es presidente. Es un irresponsable irredento. Le quedan menos de 30 días de gobierno y él los dilapida. Podría haber hecho por lo menos un intento de utilizar su investidura para ocuparse personalmente de la emergencia, para convocar y conducir el diálogo él, él, él.
En lugar de eso deja el tiradero y mete marcha atrás. Después de que durante semanas él y su vocero insistieron una y otra vez en que "con toda seguridad" el conflicto estaría solucionado antes del 1 de diciembre. Ahora se impuso la tesis de que Ulises debe llegar a como dé lugar a esta fecha porque si renuncia antes se tendría que nombrar a un gobernador provisional que debería convocar a elecciones que muy probablemente perderían los priístas. En cambio, si renuncia después del día 1 o pide licencia por dos periodos consecutivos, se nombraría un interino que cubriera los cuatro años que le restan al periodo de Ulises Ruiz. Lo que no están calculando es qué puede pasar en Oaxaca durante estos largos 25 días.
El empecinamiento por mantener, a como dé lugar, a este espécimen dinosáurico en el gobierno de Oaxaca obedece pues a intereses políticos que se han impuesto a la ética y la lógica. Y a los que se añade el juego de conveniencias entre el PAN y el PRI para que cuadren las sumas en el Congreso y conjurar la amenaza de no apoyar la asunción de Felipe Calderón el 1 de diciembre. Lo paradójico es que el todavía presidente electo ha quedado entre dos fuegos, pues la misma amenaza se la hace la APPO si Ulises no se va. Así que Calderón está convertido en un rehén del PRI gracias a las torpezas sin fin del gobierno foxista y a la ruindad de este gobernante mañoso y ahora envalentonado por el apoyo de las fuerzas federales que nadie, con un gramo de sensibilidad, puede ver como la solución definitiva a un conflicto ya tan podrido.
Por desgracia para el nuevo presidente, Oaxaca no será la única herencia de su antecesor. Pero será muy grave, porque lo obligará a apretar el puño desde muy temprano y porque el escenario de descomposición se está extendiendo a otros estados del país. Un mal augurio para cualquier comienzo.
ddn_rocha@hotmail.com

OAXACA: falta de visión

Oaxaca: falta de visión

Manuel Camacho Solís

6 de noviembre de 2006
La derecha y el autoritarismo se salieron con la suya. Finalmente, el presidente Fox ordenó la intervención de las fuerzas federales en Oaxaca. Como era previsible, y así se argumentó en estas páginas, el uso de la fuerza no podría tener un saldo blanco ni resolvería por sí el problema político del estado. Después del júbilo inicial que llevó al régimen a considerar que el problema estaba liquidado y que su acción despejaría la entrada del nuevo gobierno, ahora tendrán que volver a hacer sus cálculos: ¿más represión o más política? Con un agravante: hay muertos, desaparecidos y heridos de por medio.
El manejo errático del conflicto demuestra que no hay estrategia. No hay una visión sobre lo que es importante en términos de lo que deberían ser las prioridades del momento. En ninguno de los tres asuntos que parecen más trascendentes para la entrada del nuevo gobierno parece haber la debida claridad sobre lo que se quiere y cómo lograrlo. No la hay respecto a Oaxaca, ni sobre el trato que se le debe dar a AMLO, ni en lo que toca a las mayores dificultades que se vislumbran en la relación bilateral con Estados Unidos. No hay visión sobre la cuestión social, el conflicto político o la mayor dificultad que se aproxima en la economía y en la relación bilateral.
Se pretende gobernar como si no hubiera un problema de legitimidad. No se está pensando con seriedad en la necesidad de armar un acuerdo político mayor que reduzca las tensiones sociales y encauce los conflictos políticos. Lo que domina la política son los viejas reacciones pavlovianas del régimen autoritario: complicidad con quienes se van, adulación al que viene, manipulación primitiva de los medios a favor del régimen, distracción y legitimación externa, lucha por los cargos públicos y preparación de los nuevos negocios. Todo, como si no hubiera asuntos importantes que atender.
El manejo de los tiempos y los movimientos en Oaxaca ha sido desastroso. Se esperaron meses para reconocer que era un problema nacional. Si iban a reprimir, perdieron la oportunidad de la sorpresa. Si iban a negociar, se pusieron en manos del gobernador, en vez de haber manejado ellos la iniciativa, cuando tenían los instrumentos para disciplinarlo. Se quedaron pasmados y quemaron infructuosamente su carta de la desaparición de poderes. Ahora Fox deja el gobierno con un expediente sangriento y Calderón empieza atrapado por el autoritarismo. La situación de Oaxaca es suficientemente grave, en sí, como para que el Presidente tuviera que cancelar su viaje al exterior y para que Calderón tuviera que instalar un cuarto de estrategia para darle seguimiento y prepararse para lo que viene en la política interna, cuya sustancia es hoy mucho más compleja que la experiencia que él tiene en asuntos legislativos o en la administración pública.
No parece haber suficiente conciencia de las consecuencias de los cambios que pueden ocurrir en Estados Unidos y en la economía. La posibilidad de que ganen los demócratas en la Cámara de Representantes e incluso en el Senado, y sobre todo las causas que han cambiado el estado de ánimo de los electores (fracaso en Irak) o los anticipos de menor crecimiento, presagian cambios importantes en ese país. Una redefinición sobre su presencia en Irak traerá consecuencias mayores. Una disminución del crecimiento en su economía, aunque no afecte mucho al mundo por el crecimiento de Asia, sí afectará a México.
Pero aquí nada cuenta. Al 1 de diciembre se le ve como que "será divertido". A la represión en Oaxaca, como que era necesaria y que, con ella, se arregla el problema. A la falta de sensibilidad para reformar un régimen que ha perdido legitimidad, como algo innecesario. Al entorno externo más difícil, como que es aún lejano. Falta visión. Lo que cuenta es el aquí y ahora de la distribución de los negocios y los cargos públicos. En un momento de mayor dificultad, la falta de visión y de estrategia puede ser decisiva. Ya lo está siendo.
Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista

Globalización y élite local

Globalización y élite local
Rogelio Ramírez de la O

6 de noviembre de 2006
Frederic Mishkin, miembro de la Junta de la Reserva Federal estadounidense más recientemente nombrado, ha identificado un problema de las economías emergentes que ya muchos conocíamos. En un reciente discurso en Nueva York indicó que los beneficios de la globalización financiera son estorbados "por un ambiente político disfuncional", creado por "élites ricas e intereses creados con gran influencia sobre el poder político y con mucho que perder si las instituciones se desarrollan en favor de un sistema financiero eficiente y una mayor competencia".
Por qué hasta ahora, se preguntarán muchos, los extranjeros con influencia se dan cuenta de algo tan obvio para los mexicanos. La respuesta está en el alto grado que ha alcanzado la influencia de las élites locales sobre el funcionamiento de las economías emergentes y sus implicaciones globales.
Como los países emergentes no invierten lo suficiente, registran un creciente superávit en la cuenta corriente. En el otro lado de la moneda, los países desarrollados que sí invierten y consumen registran un déficit creciente. Estados Unidos tuvo un déficit en cuenta corriente de 178 mil millones de dólares anuales en promedio en la década pasada, para llegar a 805 mil millones en 2005. El desequilibrio mundial creciente es entre ahorro e inversión. Los países que generan excedentes no los invierten en su propia economía, sino en la acumulación de reservas internacionales, con lo cual financian a Estados Unidos. Entre otros, eso impide el ajuste de la economía mundial, es decir, la reducción del déficit de Estados Unidos.
La falta de inversión y de crecimiento en varias economías emergentes reside en sus estrategias económicas. Éstas han sido efectivas para su estabilidad macro, pero a la larga impiden que se complete el flujo financiero mundial de ahorro e inversión. Sus estrategias económicas, bastante comprometidas con las élites locales, implican: 1) la reducción del salario y el aumento de utilidades en relación al PIB; 2) bajas cargas impositivas sobre las utilidades; y 3) concentración de las pocas oportunidades de inversión en la élite de empresas ya establecidas y dominantes.
La baja de salarios en relación al PIB ha ocurrido a nivel global. Sin embargo, en Estados Unidos la reducción fue de dos puntos porcentuales del PIB cuando en México ha sido de nueve puntos entre principios de los 90 y hoy. Más aún, cuando el porcentaje de los salarios cae, pero el PIB crece a tasas altas (como en China o en EU), no representa un problema insuperable. En cambio, si ocurre, como en México, cuando el PIB crece muy poco o se estanca, entonces un sector mayoritario pierde oportunidades de participar en la globalización.
También es claro que en la globalización las utilidades y otros ingresos del capital han aumentado. De nuevo, en México han saltado en seis puntos porcentuales del PIB en tanto que en EU han aumentado menos de un punto. Los países desarrollados enfrentan las variaciones entre salarios y utilidades con un sistema fiscal progresivo; de ahí que cuando las utilidades aumentan, en parte se dedican a pagar más impuestos. Así, cuando se dispara el índice de precios de la Bolsa de Valores, la recaudación crece mucho.
La política macroeconómica en México se ha centrado en el mantenimiento de la estabilidad fiscal y monetaria y ha adquirido un sesgo restrictivo. Combinado con la baja del salario, esto ha reducido el potencial de crecimiento del mercado interno. Para las grandes empresas esto no es óptimo, pero es bueno porque de todas maneras dominan los principales sectores y porque parte de sus utilidades se deriva de la estabilidad financiera. Pero para otras empresas faltan oportunidades de negocios reales y ellas no tienen grandes sobrantes de efectivo para disfrutar de utilidades financieras. El clima de negocios es festivo para las grandes empresas y, como si vivieran en otro mundo, pesimista para las pequeñas y medianas.
La falta de inversión y de nuevas oportunidades de negocios que movilicen no sólo a las grandes sino también a las pequeñas empresas, resulta en insuficiente empleo. Los demandantes de trabajo tienen que emigrar y así la emigración se convierte en indispensable para el funcionamiento del modelo. El gobierno no cobra a las grandes empresas los impuestos que deberían pagar al existir muchos regímenes especiales y privilegios. Por eso los pagos de impuesto sobre la renta por las empresas resultan ser menores que los pagos de los asalariados. Por ejemplo, en 2005, las retenciones de impuestos a los asalariados fueron 184 mil millones de pesos y los pagos de empresas fueron 135 mil millones.
También es una contradicción por lo menos para los observadores extranjeros, que con alto desempleo y migración haya un superávit tan grande en la balanza de pagos invertido en reservas internacionales. La reserva brincó de 31 mil millones de dólares en 1999 a casi 78 mil millones este año. El ahorro de un país emergente se destina al gasto de inversión y de consumo de los países ricos, pero no es algo que éstos admiren.
Parecería una contradicción que cuando los grandes negocios florecen alguien hable de falta de oportunidades de inversión. La explicación es que la pequeña élite local captura para sí la mayoría de esas oportunidades y cierra la puerta a nuevos participantes. Las empresas dominantes de hoy en cada sector son las mismas que hace 20 años y no ha surgido ningún número significativo de nuevos participantes. Aun después de la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) y la apertura del mercado más grande del mundo a nuestras exportaciones, no hay empresas mexicanas grandes que sean las estrellas de la exportación como resultado del Tratado.
La insuficiente inversión resulta en bajo crecimiento. La insuficiente recaudación implica que los gobiernos no puedan aumentar el gasto en renglones fundamentales, volviéndose un problema de seguridad a mediano plazo. La tarea de los gobiernos se reduce a mantener tranquila a la élite que cada vez domina más. Esta realidad ya es vista por los extranjeros como contraria a un proceso armonioso de globalización. Quienes así lo observan comienzan a expresar sus sentimientos y detrás de su sonrisa casi condescendiente hay cada vez mejor conocimiento de nuestra debilidad económica y social.
ecanal1@attglobal.net
Analista económico






Globalización y élite local
Rogelio Ramírez de la O

6 de noviembre de 2006
Frederic Mishkin, miembro de la Junta de la Reserva Federal estadounidense más recientemente nombrado, ha identificado un problema de las economías emergentes que ya muchos conocíamos. En un reciente discurso en Nueva York indicó que los beneficios de la globalización financiera son estorbados "por un ambiente político disfuncional", creado por "élites ricas e intereses creados con gran influencia sobre el poder político y con mucho que perder si las instituciones se desarrollan en favor de un sistema financiero eficiente y una mayor competencia".
Por qué hasta ahora, se preguntarán muchos, los extranjeros con influencia se dan cuenta de algo tan obvio para los mexicanos. La respuesta está en el alto grado que ha alcanzado la influencia de las élites locales sobre el funcionamiento de las economías emergentes y sus implicaciones globales.
Como los países emergentes no invierten lo suficiente, registran un creciente superávit en la cuenta corriente. En el otro lado de la moneda, los países desarrollados que sí invierten y consumen registran un déficit creciente. Estados Unidos tuvo un déficit en cuenta corriente de 178 mil millones de dólares anuales en promedio en la década pasada, para llegar a 805 mil millones en 2005. El desequilibrio mundial creciente es entre ahorro e inversión. Los países que generan excedentes no los invierten en su propia economía, sino en la acumulación de reservas internacionales, con lo cual financian a Estados Unidos. Entre otros, eso impide el ajuste de la economía mundial, es decir, la reducción del déficit de Estados Unidos.
La falta de inversión y de crecimiento en varias economías emergentes reside en sus estrategias económicas. Éstas han sido efectivas para su estabilidad macro, pero a la larga impiden que se complete el flujo financiero mundial de ahorro e inversión. Sus estrategias económicas, bastante comprometidas con las élites locales, implican: 1) la reducción del salario y el aumento de utilidades en relación al PIB; 2) bajas cargas impositivas sobre las utilidades; y 3) concentración de las pocas oportunidades de inversión en la élite de empresas ya establecidas y dominantes.
La baja de salarios en relación al PIB ha ocurrido a nivel global. Sin embargo, en Estados Unidos la reducción fue de dos puntos porcentuales del PIB cuando en México ha sido de nueve puntos entre principios de los 90 y hoy. Más aún, cuando el porcentaje de los salarios cae, pero el PIB crece a tasas altas (como en China o en EU), no representa un problema insuperable. En cambio, si ocurre, como en México, cuando el PIB crece muy poco o se estanca, entonces un sector mayoritario pierde oportunidades de participar en la globalización.
También es claro que en la globalización las utilidades y otros ingresos del capital han aumentado. De nuevo, en México han saltado en seis puntos porcentuales del PIB en tanto que en EU han aumentado menos de un punto. Los países desarrollados enfrentan las variaciones entre salarios y utilidades con un sistema fiscal progresivo; de ahí que cuando las utilidades aumentan, en parte se dedican a pagar más impuestos. Así, cuando se dispara el índice de precios de la Bolsa de Valores, la recaudación crece mucho.
La política macroeconómica en México se ha centrado en el mantenimiento de la estabilidad fiscal y monetaria y ha adquirido un sesgo restrictivo. Combinado con la baja del salario, esto ha reducido el potencial de crecimiento del mercado interno. Para las grandes empresas esto no es óptimo, pero es bueno porque de todas maneras dominan los principales sectores y porque parte de sus utilidades se deriva de la estabilidad financiera. Pero para otras empresas faltan oportunidades de negocios reales y ellas no tienen grandes sobrantes de efectivo para disfrutar de utilidades financieras. El clima de negocios es festivo para las grandes empresas y, como si vivieran en otro mundo, pesimista para las pequeñas y medianas.
La falta de inversión y de nuevas oportunidades de negocios que movilicen no sólo a las grandes sino también a las pequeñas empresas, resulta en insuficiente empleo. Los demandantes de trabajo tienen que emigrar y así la emigración se convierte en indispensable para el funcionamiento del modelo. El gobierno no cobra a las grandes empresas los impuestos que deberían pagar al existir muchos regímenes especiales y privilegios. Por eso los pagos de impuesto sobre la renta por las empresas resultan ser menores que los pagos de los asalariados. Por ejemplo, en 2005, las retenciones de impuestos a los asalariados fueron 184 mil millones de pesos y los pagos de empresas fueron 135 mil millones.
También es una contradicción por lo menos para los observadores extranjeros, que con alto desempleo y migración haya un superávit tan grande en la balanza de pagos invertido en reservas internacionales. La reserva brincó de 31 mil millones de dólares en 1999 a casi 78 mil millones este año. El ahorro de un país emergente se destina al gasto de inversión y de consumo de los países ricos, pero no es algo que éstos admiren.
Parecería una contradicción que cuando los grandes negocios florecen alguien hable de falta de oportunidades de inversión. La explicación es que la pequeña élite local captura para sí la mayoría de esas oportunidades y cierra la puerta a nuevos participantes. Las empresas dominantes de hoy en cada sector son las mismas que hace 20 años y no ha surgido ningún número significativo de nuevos participantes. Aun después de la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLCAN) y la apertura del mercado más grande del mundo a nuestras exportaciones, no hay empresas mexicanas grandes que sean las estrellas de la exportación como resultado del Tratado.
La insuficiente inversión resulta en bajo crecimiento. La insuficiente recaudación implica que los gobiernos no puedan aumentar el gasto en renglones fundamentales, volviéndose un problema de seguridad a mediano plazo. La tarea de los gobiernos se reduce a mantener tranquila a la élite que cada vez domina más. Esta realidad ya es vista por los extranjeros como contraria a un proceso armonioso de globalización. Quienes así lo observan comienzan a expresar sus sentimientos y detrás de su sonrisa casi condescendiente hay cada vez mejor conocimiento de nuestra debilidad económica y social.
ecanal1@attglobal.net
Analista económico

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PERFIL

Consultor y analista económico, director de la firma Ecanal (Economic Analysis for Company Planning). Su preparación en el ámbito del comercio internacional la adquirió en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en Cambridge University.

Editoriales anteriores

Pensiones, así no 23-octubre-2006

Para rebasar por la derecha 9-octubre-2006

Petróleo y finanzas públicas 25-septiembre-2006




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