La Cuarta Republica

Correo politico, economico y literario de Monterrey

lunes, diciembre 04, 2006

Rogelio Ramirez de la O.

EL MENTADO REBASE POR LA IZQUIERDA".

La tentación de ir a la izquierda.

Rogelio Ramírez de la O.
4 de diciembre de 2006.

La agenda de un partido de derecha que trata de improvisar políticas de izquierda o redistributivas, no tiene futuro, ni siquiera como discurso político. La razón no es sólo la falta de sustento ideológico y la necesidad de ser consistente, sino también práctica: quienes apoyan la elección de una plataforma económica y social de derecha desean ante todo que el gobierno agote todas las posibilidades de mejorar la producción antes de que se confunda con la distribución. De ahí el eslogan de que primero hay que crear la riqueza y luego repartirla, y que la mejor política distributiva es el empleo.

Si estos grupos que apoyaron y votaron por la agenda de la derecha, en temas como la modernización, el empleo, las reformas estructurales y el IVA en medicinas y alimentos, ven que al final de todo su esfuerzo el gobierno que apoyaron cambia la agenda y retrasa esas propuestas para introducir programas contra la pobreza, se van a preguntar entonces por qué lo apoyaron.

De ahí que la selección de la agenda de gobierno deba ser fiel a las tesis de campaña, y más aún, a las tesis doctrinarias del partido y de su base de apoyo. Ya de por sí aplicar cualquier agenda, de izquierda o de derecha, siempre será muy difícil en la práctica, entonces para qué perder tiempo con temas extraños. Visto desde otro ángulo, abordar cualquier problema con mínima probabilidad de éxito requiere que el equipo que llega al gobierno haya dedicado mucho tiempo a la maduración de sus ideas y estudiado exactamente cómo las va a poner en práctica. Esto es especialmente importante en el caso actual de México, porque el debate de la campaña fue precisamente sobre modelos de políticas públicas radicalmente diferentes.

Si no se sigue esta norma mínima, se podría repetir la experiencia de Luis Echeverría, que de pronto quiso repartir todo el país sólo para acabar en una gran crisis económica.

Durante la campaña, el PAN por una parte proponía la continuidad de las políticas en vigor. Nadie mejor que Vicente Fox lo ilustró, indicando que la estabilidad que heredó del presidente Zedillo se había mantenido y fortalecido. Y nadie mejor que Felipe Calderón reforzó este mensaje indicando que ahora lo que se requiere son las reformas estructurales en la misma línea de las políticas anteriores.

Esto es, entre otros, las alianzas estratégicas con el sector privado en la energía y la reducción de la tasa de impuestos, porque es muy alta.

Todo eso estaba en línea con las políticas anteriormente aplicadas. De ahí que el diagnóstico del PAN y de Fox en la pasada campaña fuera que México va por el camino correcto y que lo que se requiere es acelerar el paso. Sin intentar aquí validar o no esa tesis, lo lógico es que el programa inmediato de acción del gobierno -porque no hay tiempo que perder- debería ser por ese mismo camino. La nueva administración debería estar hoy evaluando las propuestas de alianzas estratégicas con empresas de perforación en aguas profundas, la manera de abrir la refinación y el plan para convencer al PRI de las bondades de estos proyectos.

Distraerse de esta agenda para señalar que la prioridad es la lucha contra la pobreza y que el gobierno debe adoptar un programa de austeridad, incluyendo la reducción de salarios de funcionarios altos, no suena como un planteamiento genuino y es probable que por lo tanto no lo hayan estudiado bien. Esta nueva administración aún debe fortalecer la confianza de su propia base de apoyo y por ello debe mostrar convicción sobre sus promesas de campaña. Introducir nuevos temas la podría alejar de su base de apoyo y generar dudas de que sabe lo que quiere.

Los cuestionamientos sobre sus prioridades van a sobrar. Por ejemplo, en un programa televisado, Enrique Krauze cuestionaba al entonces candidato López Obrador sobre su insistencia de reducir los sueldos de los funcionarios si, según sus cálculos, eso sólo generaría ahorros por 8 mil millones de pesos. Los mismos cuestionamientos se podrían hacer ahora al planteamiento del gobierno de reducción de salarios.

El gobierno perderá en 2007 una buena parte de su ingreso petrolero, por lo menos 100 mil millones de pesos, por la caída de precios de petróleo. Satisfacer a los grupos que han insistido en mantener el equilibrio fiscal y no endeudarse requiere así aplicar la agenda de su campaña y no distraerse con pequeños ahorros de 8 mil millones.

Ahora bien, si lo que busca la próxima administración es acercarse a la base de apoyo de la izquierda y a temas de la campaña, sin traicionar al mismo tiempo una filosofía económica de derecha, entonces tiene otras oportunidades. Podría apostarse sin ambigüedades contra los monopolios que abusan de los consumidores con cobros altos y que ya mencionó López Obrador: banca, teléfonos, cemento y otros.

Esta acción, entre otras, le permitiría confirmar que aun cuando esas empresas le apoyaron en la campaña, "lo hicieron por el proyecto" y el nuevo gobierno nada les debe, como lo aseguró el señor Manuel Espino, presidente del PAN.

También puede proponer una reforma laboral para reducir el poder de los sindicatos y en favor de los trabajadores individuales. Eso de paso permitiría comenzar con la modernización de la educación pública.
Esto es bajo el supuesto de que el gobierno tenga de verdad una agenda modernizadora. Tratar de suplantarla por cosas que no surgen de su campaña podría dar la impresión de que está improvisando.

¿ SI SE PUDO?

¿SI SE PUDO?

Apesadumbrada inauguración.

Manuel Camacho Solís.
4 de diciembre de 2006.

La inauguración de Felipe Calderón fue apenas. Ninguna frase reflejó mejor el momento que el grito suyo y de sus seguidores: ¡sí se pudo! Su idea de triunfo era cumplir con el trámite. La gran operación fue la que pudo llevar a cabo un comando del Estado Mayor Presidencial para que él cumpliera con el procedimiento.

El grito expresó una falta de comprensión de lo que estaba ocurriendo y sobre el fondo de la crisis política.

Afuera, horas antes, en una reunión de la dirección política del movimiento opositor, se tomó la decisión más importante desde el 2 de julio: protestar contra el régimen sin poner en riesgo la paz. Más importante que las estratagemas militares para vencer la resistencia de los legisladores, o la preparación de diferentes escenarios que aseguraran el cumplimiento del trámite constitucional, lo que salvó el día fue la decisión opositora de ponerle límites a su acción.

En un acto que honra a la dirección política del movimiento y a López Obrador, se decidió que nada justificaba el uso de la violencia o ni siquiera que no se asumiera la completa responsabilidad de evitarla. La prioridad fue asegurarse que la protesta en las calles sería pacífica.

En la calle había suficientes agravios como para que no lo fuera. La represión en Oaxaca había exacerbado los ánimos. Una parte de quienes se concentraron en el zócalo venían preparados para enfrentar a la policía. Querían hacerlo. Sabían que si había represión, ello mancharía las manos del nuevo gobernante y lo debilitaría al extremo. Pero no hubo duda: nada justificaba la violencia. Y si no se iba a llegar a los extremos en las calles, lo que habría dentro del Congreso sería una protesta fuerte, pero limitada.

AMLO cumplió su parte. Utilizó su liderazgo para evitar la violencia. Se empeñó a fondo para lograrlo. Convenció a los radicales y satisfizo a los moderados. No cedió un ápice en su postura radical contra el fraude, pero con convicción ubicó el momento en un posicionamiento político de fondo: la lucha por la democracia como guía y límite del movimiento.

Él mismo cuidó con esmero los detalles, aprovechando el conocimiento que tiene por haber encabezado movimientos sociales y sido gobernante de la ciudad. En una paradoja de la historia, el "sí se pudo" debió mucho al límite moral que se autoimpuso el movimiento.

Es importante tener conciencia de estos hechos para evitar el triunfalismo y la prepotencia tan asociados a la presidencia autoritaria. Nada sería más peligroso que concluir que el país ha regresado a la normalidad. No. La situación política no está resuelta. Ni se va a resolver con una oferta timorata de diálogo.

Todo está pendiente. Oaxaca. La contención del crimen. El restablecimiento de relaciones institucionales en los espacios donde hay obligación de hacerlo. El nuevo arreglo electoral y la pluralidad en los medios. El paquete social del presupuesto. Ahora no hay ni bono democrático ni luna de miel. Hay poco tiempo: hasta que nos alcancen las reacciones sociales contra el uso de la fuerza autoritaria, o los ajustes fiscales que impondrá la probable recesión de la economía estadounidense.

Frente a los riesgos que estuvieron presentes el 1 de diciembre. Frente a la crisis que desató la elección y que no está resuelta. Frente a la polarización e inconformidad social en ascenso, no hay una respuesta del régimen. No están a la vista ni la visión ni la estrategia ni el liderazgo para hacerles frente. Lo que está en operación es la inercia del viejo sistema. La parafernalia y la cortesanía que todo devora y confunde.

El diálogo que México requiere no puede limitarse a "con quienes quieran". De una crisis profunda no se sale con anuncios de publicidad en la televisión ni con un open house para los vecinos que piensan igual y viven igual. Se sale con un compromiso verdadero, con valores con los cuales se puedan identificar quienes no desean dialogar porque no creen en la sinceridad del diálogo. Se sale con iniciativas audaces y pruebas irrefutables de respeto al adversario.

Adios don Porfirio Fox

Carlos Beas

Adiós, don Porfirio Fox.

En Oaxaca se viven momentos aciagos y terribles; la brutal represión que ha desatado el gobierno federal a través de los militares de la Policía Federal Preventiva ha permitido que los escuadrones de la muerte, los sicarios y pistoleros de Ulises Ruiz operen de manera abierta disparando, secuestrando, torturando y desapareciendo a un número aún no determinado de ciudadanos oaxaqueños.

Ya antes del 25 de noviembre pasado, la policía de Vicente Fox había detenido, secuestrado y torturado a decenas de opositores al gobierno de Ulises Ruiz; los relatos de los sobrevivientes de los vuelos de la muerte; de aquellos detenidos que fueron subidos a helicópteros y amenazados con ser lanzados al vacío, nos muestran sólo una de las formas extremas de violación sistemática a los derechos humanos de las cuales Fox y su policía son responsables.

Fue tan brutal la embestida represiva del 25 de noviembre y tan avasalladoras las imágenes de los enfrentamientos ocurridos esa tarde en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca, que aún se desconoce la gravedad de los brutales ataques cometidos por sicarios fuertemente armados en contra de manifestantes pacíficos que caminaban en esos momentos hacia el norte de la ciudad.

Todavía no se logra precisar la cantidad de muertos y heridos de bala, el número de caídos en esa tarde a causa de los ataques de policías vestidos de civil y pistoleros de Ulises Ruiz en las zonas del Llano, la Colonia Reforma y la Facultad de Medicina. Los organismos de derechos humanos no han logrado precisar el número exacto de desaparecidos y muertos y aún se desconoce el paradero de más de 40 personas.

Los múltiples testimonios de vejaciones, maltratos y torturas en los que se manifestaba una extrema coordinación entre los elementos de la PFP y las bandas de pistoleros del cacique de Oaxaca, sólo confirmaban lo que era evidente: Fox y Ulises Ruiz son parte del mismo proyecto y han operado de común acuerdo.

Los ataques del 20 y el 25 de noviembre, los más de 20 muertos, las detenciones y secuestros, y el envío de decenas de oaxaqueños a cárceles lejanas, es decir, la guerra sucia, están cerrando las vías de movilización ciudadana pacífica en Oaxaca y han abierto la puerta para que grupos pequeños y decididos combatan de manera violenta a las fuerzas represivas.

El escenario de la violencia sólo le ha servido a Ulises Ruiz. Los ataques a las barricadas del pasado 27 de octubre sólo aceleraron la llegada de la policía militar y los enfrentamientos ocurridos el 25 de noviembre únicamente justificaron una brutal embestida que aún no termina. Ante la evidencia de estos hechos, el movimiento ciudadano agrupado en la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) debe mantener la movilización masiva y pacífica como vía de acción.

A pesar de la guerra sucia y del miedo y terror que ha provocado la violencia gubernamental, el movimiento ciudadano ha demostrado una gran capacidad y creatividad, y debe, sobre todo, mantener las acciones masivas para lograr la liberación de los presos y la presentación de los desaparecidos, lo cual es prioritario, y avanzar en una reforma democrática integral que incluya la destitución de Ulises Ruiz.

El desprecio a la ley y al respeto a los derechos humanos por parte del régimen foxista, lo asemejan a su ancestro porfiriano. El traslado de más de 160 oaxaqueños a centros penitenciarios tan lejanos como los ubicados en Nayarit o en Tamaulipas, nos recuerdan las acordadas dispuestas por Porfirio Díaz.

Terminó su gobierno, señor Fox, y deja usted una estela de sufrimiento y violencia en Oaxaca. Concluyó su administración, y la violación a los derechos humanos no fue la excepción sino la regla: fue una forma de ejercer el poder.

Lo ocurrido en Oaxaca lo seguirá el resto de sus días; los agravios que ha recibido nuestro pueblo de parte de su gobierno no serán olvidados, don Porfirio Fox; espero que muy pronto sea usted enjuiciado por los delitos de lesa humanidad cometidos en contra de mineros, de hombres y mujeres dignos de Atenco, de indígenas de Oxcum, de Viejo Velasco, y por la barbarie sufrida por las gentes sencillas, que en Oaxaca, señor Fox, la historia no perdona y tampoco el pueblo.