La Cuarta Republica

Correo politico, economico y literario de Monterrey

lunes, enero 08, 2007

ortiz mayagoitia

Miguel Ángel Granados Chapa
Ortiz Mayagoitia


nota original:

El cuarto presidente de la novena época de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, iniciada en 1995, fue elegido en contienda abierta, por mayoría de 7 de 11 votos, presumiblemente tras la evaluación de varias propuestas de trabajo
El 19 de septiembre pasado siete ministros desecharon la ponencia de su compañero Guillermo (Iberio) Ortiz Mayagoitia, que resolvía dar por concluida la investigación sobre violaciones a las garantías individuales de la periodista Lydia Cacho sin reconocer la participación del gobernador de Puebla, Mario Marín. El proyecto daba por buena la indagación realizada por dos magistrados -Óscar Vázquez Marín uno de ellos- que ni siquiera consideraron el papel del Ejecutivo poblano en aquellos acontecimientos. Aquel revés del pleno al trabajo de esos dos miembros del Poder Judicial federal resulta a la postre insignificante frente otras decisiones de los ministros, que el 27 de noviembre hicieron miembro del Consejo de la Judicatura a Vázquez Marín y el martes pasado eligieron presidente del tribunal constitucional (y de ese mismo Consejo) a Ortiz Mayagoitia.

El próximo 10 de febrero el cuarto presidente de la Corte en su novena época (iniciada en 1995) cumplirá 66 años de edad. Nacido en Misantla, estudió derecho en la Universidad Veracruzana e inició su carrera judicial en Poza Rica, dentro de la Judicatura del fuero común, como secretario de Acuerdos. El 1o. de junio de 1965 pasó a la federal, como actuario y secretario en el juzgado de distrito de Tuxpan y pronto se estableció en la Ciudad de México, como secretario de Estudio y Cuenta de la Suprema Corte. Ésa era una posición que en el antiguo régimen judicial era adecuada para hacer carrera, pues las designaciones dependían directamente del favor de los ministros. Fue así como Ortiz Mayagoitia fue nombrado juez de distrito, cargo que desempeñó en Oaxaca y en el Distrito Federal. El 9 de marzo de 1981 fue ascendido a magistrado, miembro de tribunales de circuito en Villahermosa y el Distrito Federal.

En 1993 fue parte de una breve experiencia, la primera que hizo a miembros de la judicatura federal conocer asuntos electorales. En aquel año fue reformada la estructura del Tribunal Federal Electoral y se creó una sala de segunda instancia, para actuar sólo durante el proceso electoral de 1994, formada por magistrados de circuito, propuestos por la Suprema Corte a la Cámara de Diputados, que el 27 de octubre nombró a Ortiz Mayagoitia, Juan (Nepomuceno) Silva Meza, Margarita Luna Ramos y Guillermo Velasco Félix para esa pasajera función, concluida la cual volvieron a sus tribunales. En 1995 Ortiz Mayagoitia y Silva Meza fueron propuestos por el presidente Zedillo al Senado para integrar (con nueve ministros más) el nuevo pleno de la Corte reformada. Y como el año pasado el presidente Fox hizo lo propio con la magistrada Luna Ramos y con Fernando Franco (que presidía aquel tribunal electoral) ahora los cuatro forman parte del tribunal constitucional.

Como lo hicieron cinco ministros más, en diciembre pasado Ortiz Mayagoitia presentó su candidatura a la presidencia de la Corte. Sustentó su aspiración en dos documentos, uno que contenía los lineamientos generales a que se atendría en caso de ser elegido, y una carta que en cierto modo sintetizaba las líneas anteriores. En esta explicó: "Me siento con vocación para desempeñar ese elevado cargo... fundamentalmente por sentido de responsabilidad. He escuchado opiniones en el sentido de que debo asumir este compromiso. He escuchado a mi propia conciencia y aquí estoy, lleno de ideas, cargado de buenas intenciones, con humildad, tratando de conseguir su aceptación".

Lo consiguió rápidamente. El 2 de enero, en la primera sesión después del receso invernal, un sola ronda bastó para que siete ministros, los necesarios, le dieran su voto. Por Silva Meza se inclinaron tres más. Y el ministro Sergio Valls se quedó con uno, el suyo propio. Aunque en su discurso de agradecimiento el nuevo presidente dio por sentado que la lectura de sus lineamientos fue base de su elección, por las dudas reprodujo la distinción que había planteado entre las funciones jurisdiccionales, las de representación y las administrativas.

Por su temperamento, su formación jurídica y su relación con el presidente al que reemplaza, Mariano Azuela Güitrón, el desempeño de Ortiz Mayagoitia tenderá a la continuidad, será conservador, aunque también sensible a los reclamos del tiempo y de la sociedad. Por ejemplo, hace algunos años no le pareció relevante, ni impugnable, que su hija Guadalupe Margarita Ortiz Blanco fuera secretaria en la Suprema Corte, de donde resultó que numerosas sentencias en que el padre fue ponente aparecieran suscritas también por la hija. En cambio, apenas fue elegido presidente favoreció que ella y su hijo Guillermo renunciaran a sus puestos en el Consejo de la Judicatura. Ella había pasado de la Corte a ese órgano judicial cuando Azuela fue elegido presidente de ambos cuerpos, y como secretaria ejecutiva de carrera judicial, adscripción y creación de nuevos órganos era mano derecha de Azuela.

También se mostró perceptivo de urgencias sociales al enlistar seis asuntos que la Corte debe resolver pronto: la definición de la jerarquía normativa de los tratados internacionales; la posible discriminación del Ejército a quienes padecen cáncer o sida; las acciones de inconstitucionalidad relativas a la llamada Ley Televisa (él, por supuesto, no la mencionó de esa guisa); la controversia relacionada con juegos y sorteos, controversias promovidas por los tribunales de Jalisco y Tlaxcala y un caso "de interés político y social", la "investigación relacionada con el gobernador del estado de Puebla".



Cajón de Sastre


Ayer, 7 de enero, se cumplió un siglo de la represión militar a los huelguistas de la fábrica textil de Río Blanco, fundada apenas en 1892 y adquirida por la Compañía Industrial de Orizaba. Esa región veracruzana había prosperado mediante la sustitución de la mano de obra artesanal por la producción industrial, que generó un sindicalismo influido por corrientes radicales que supusieron lícito evitar que los empresarios trasladaran a los asalariados sus dificultades de mercado y en cambio no estuvieran dispuestos a distribuir los beneficios de sus épocas de bonanza. Los obreros de los establecimientos de Santa Rosa, Nogales y Río Blanco paralizaron sus labores en busca de mejores condiciones de trabajo y, como había ocurrido seis meses antes en el norte, en la zona minera de Cananea, el Ejército federal intervino violentamente para forzar la vuelta al trabajo. Durante mucho tiempo, los sindicatos textiles afiliados a la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM) tuvieron el 7 de enero como un hito histórico que se festejaba rumbosamente. Hoy no hay fiesta porque no hay industria ni sindicatos.


Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com